lunes, 23 de abril de 2012

Capítulo VII

En clase de Inglés estuve pensando que tipo de trabajo me esperaba y también en la “cita” que tenía con Jack y su grupo, esperaba que fueran buena gente, a decir verdad, no podía estar toda una eternidad en contra de los tíos... podía simplemente llevarme bien con ellos hasta cierto punto. Volviendo al tema de la entrevista de trabajo, no quería quedar mal delante de amigos de mi madrastra y quería que tuvieran buena imagen de mi, porque si veían que cuidaba bien a la niñita de sus ojos, todo iría bien. La verdad es que me gustan mucho los niños pero nunca he cuidado a ninguno, solo en Navidades de mi primos pequeños y no los veía mucho como para entrenarme. Solo esperaba que la niña no fuera insoportable y que sus padres no me exigieran demasiado. Lo que más importante me parecía en el momento era conseguir ahorrar algo de dinero para comprar un nuevo coche, parecía ser que al que tenía en el momento no le quedaba mucho tiempo de vida, y además detesto el verde botella.
El timbre sonó a las tres en punto, como de costumbre, y salí disparatada hacia el aparcamiento despidiéndome de mis amigas sacudiendo la mano y chillando.
- ¡Mañana os cuento como ha ido la entrevista!
Casi me comí a John que también salía a toda prisa en ese momento, me sonrió, le hice una mueca de disgusto y seguí hasta mi coche. Idiota.  No se por qué me da la sensación de que le divertía el hecho de que fuera tan borde con él.

Gracias a dios, el el camino a casa era fácil y no tenía demasiadas curvas. Cuando llegué, comí lo primero que pillé en la cocina y subí hasta mi cuarto dando trompicones, volando hacia la ducha. Me limpié el pelo minuciosamente, me cepillé los dientes hasta casi destrozarme las encías y salí para peinarme. Vale, tengo que parecer decente y todo eso, así que me voy olvidando de los pelos de loca despeinada que suelo llevar. Saqué las planchas que mi madre me había regalado hace tanto tiempo y que nunca había usado, y las dejé calentando mientras me secaba el pelo con la toalla e iba a elegir mi ropa. Me planté delante del armario y me puse a pensar que era lo mas formal que tenía. Vale, vaqueros sí, porque no tengo nada más y no pienso ir en bragas. A ver si pillo algunos que no estén rajados por todos lados. Saque unos que tenían bastante buena pinta, y me puse a pensar que me pondría arriba. Joder, nada, nada, nada de esto es presentable. Voy a tener que cogerle algo a mi madrastra, pero tendré que ponerme un cinturón por encima de la cintura o algo porque ella esta mas rellena. Un mechón de pelo se me cayó del hombro y me dí cuenta de que ya no lo tenía tan húmedo. Mierda, mierda, las planchas. Aun en sujetador me dirigí al baño y me planché el pelo como pude. No queda del todo mal. Pensé que todos los días no podría ir con esos vaqueros al curro, con lo que le tenía que proponer a mi querido padre ir de compras... Justo en ese momento oí a mi madrastra llegar a casa gritando.
- SCARLETT, SALIMOS EN 20 MINUTOS, ACABA YA QUE SON CASI LAS 4!
Al final sin cinturón, recordé que mi hermano me regaló una camisa blanca en unas navidades, porque siempre iba vestida de negro. A los 20 minutos ya estabamos en el coche rumbo a la casa de los amigos de Susan (mi madrastra).
- Fíjate bien en el camino porque no voy a estar siempre yo para llevarte. - Me dijo Susan.- Bueno, pues aquí es. Entra sola, será un gran paso para ti si te acostumbras a este tipo de situaciones tú sola.
- Bien, ¿por quién pregunto?
- Pregunta por Mary y preséntate. Bueno, Scar, mucha suerte. Dame un beso.
- Adiós. - le dije después de darle un beso en la mejilla, mientras salía del coche.
Era una casa enorme con un jardín precioso. A la entrada, tenían puestos dos grandes jarrones con dos ramos enormes de jazmines. Delante de la puerta que llevaba directamente al interior de la casa, después de haber cruzado todo el jardín, tenían dos bancos con almohadas blancas y una mesa con un bonsay precioso. Pijo pero con buen gusto, no empezamos con mal pie.
Toqué el timbre. Ding dong. Sonó desde dentro. Se abrió la puerta y apareció una mujer de unos 60 años, no era lo que me esperaba como madre de la criatura, pero tenía que comprobar si era ella o no.
- ¿Es usted Mary?
- No, guapa. Me llamo Ana. Soy la criada, ahora le aviso a Mary pero pasa,pasa. Sientate en el salón mientras tanto. Tú eres Scarlett, si no me equivoco... - me dijo la señora muy amablemente con un ligero acento mejicano.
La casa era muy acogedora. Me gustaba la decoración. No estaba muy cargado, no tenían muchos cuadros ni objetos extravagantes pero las pocas cosas de decoración que tenían eran bonitas, nada cursis para lo que soy yo.
Me senté en el sofá mientras oía a Ana hablando con otra mujer, que sería Mary, mientras bajaban las escaleras que llevaban a la segunda planta del inmenso caserón. Me esperaba que no corriera mucho la niña porque sino me iba a acabar perdiendo.
En cuanto la vi me pareció una mujer de expresión amable pero demasiado elegante para mi gusto. Empecé a pensar que iba a ser de mi en ese entorno, y esperaba que la mujer no sería criticona porque mi ropa no era para nada de estilo elegante.
- Hola Scarlett - me dijo tendiéndome la mano - Encantada de conocerte.
- Igualmente. - No sabía exactamente como tratar con ella, pero le sonreí.
- Bueno ya me ha dicho Susan que estás buscando un trabajillo que encaje bien con tus horas de clase.Yo te comento lo que hay. Mi marido y yo trabajamos mucho y Ana no se puede ocupar de la casa y de ella a la vez, entonces habíamos pensado que estuvieras con ella de lunes a jueves de cinco a ocho de la tarde porque yo los viernes libro. Te pagaríamos doce dólares por hora pero si en algún momento necesitaras algo más o algún adelanto, no tengas miedo en pedírmelo, Scarlett. - me dijo todo esto amablemente. - Te la presentaré enseguida, cuando la despierte. Ana, prepara algo para merendar por favor.
- De acuerdo señora. - Contestó ésta firmemente.
Mientras me contaba la forma de ser de Lilly, su hija, se oyó como llegaba alguien a casa.
- ¡Ya estoy aquí! - Se oyó desde la entrada. La voz se me hacía conocida, pero no sabía de qué, un chico jóven, eso sí.
- Mira, mi hijo, va a tu mismo instituto, seguro que lo conoces, ahora mismo te lo presento. - me dijo. - ¡John, ven aquí, te quiero presentar a alguien!
No, no puede ser, no puede ser... este tío no, tiene que ser otro John. Miré al reloj y me di cuenta de que ya eran las seis y ya que Susan se había ido con el coche, tendría que pedir un taxi para llega a mi cita a tiempo. Bastante tengo con aguantar su porte en el instituto, como para que encima viva bajo el techo en el que iba a tener que trabajar tres horas al día cuatro días a la semana... Afirmativo, era él. Cuando me vio le dio un ataque de risa que apenas pudo controlar. Dios mío. Vaya pintas que debo llevar. ¡Joder!



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