viernes, 2 de marzo de 2012

Capítulo I

La música me taladraba los oídos. James, James, James...Subí el volumen. Mama, no la apoyaste lo suficiente, demasiado egoísta, demasiado ocupada en tus propios asuntos... Lo subí aun más, sentía la gente mirarme al pasar con el volkswagen verde botella, demasiado viejo y demasiado verde que mi padre me había prestado hasta que yo comprase otro. Me daba igual, solo quería dejar de pensar. Mama, James, Mama, James, Canadá, Mama, Mama, James, Mama... Subí la música más aun, hasta que la ruedecilla ya no podía girar más. La música y mis pensamientos se mezclaban, todo en un torbellino de sentimientos confusos y ganas de chillar, de romper todo a mi alrededor y volar, volar lejos, volar fuerte, volar alto, volar rápido, y hacerlo ya. El dolor en mis oídos apaciguaba un poco el de mi corazón, pero no lo suficiente. ¿Hacía cuanto que no sonreía de verdad? ¿Tres meses? Tal vez más. Tres meses sin sonreír son una terrible eternidad. Sólo risas falsas para ocultar la realidad. Mis días se volvieron monótonos. Despiertate. Dúchate. Péinate. Ve al instituto. Saluda. Sonríe. Finge que te interesas. Vuelve a casa. Come. Duerme. Despiertate. Duchate. Sonrie. Peinate. Ve al insituto...
¿Sabes esa sensación que se tiene cuando estás muerto y vivo a la vez? Cuando en realidad no deseas morir, pero si por un casual murieses, no te importaría más de la cuenta. Dirías, bueno, lo siento por papá. Lo siento por los que les importa. Hola mama, te he echado de menos. ¿Qué? no, no lo he echo a propósito, sí, lo prometo, sí mamá, lo sé, esto no es divertido...  
Esos fantasmas que te persiguen por todos los pasillos y que te cierran todas las ventanas y que te susurran al oido nombres que deverías olvidar, que te toman de la mano y te arrastran por caminos que deverías evitar, esos fantasmas me cambiaron, el fantasma de James, el fantasma de Mamá, el fantasma de todas las personas que poco a poco me destrozaron y que aun tenía que mirar a la cara cada día de la semana y sonreír y fingir que olvidé hace tiempo.
Al cabo de unas semanas mi mirada dejó de ser triste para convertirse en simplemente apagada. Cuando mama falleció la culpa terminó el trabajo que James había empezado, y mis ojos dejaron de pedir socorro para empezar a decir alejate, alejate, no te acerques a todo quien quisiera entrar en mi vida. Por eso me alegré tanto cuando papá sugirió que yo fuese a California a terminar mis estudios allí en vez de que fuese él quien viniese a vivir conmigo. Un cambio de aires, una nueva oportunidad no para olvidar, si no aprender a recordar con paz, sin remordimientos, sin ganas de volver, sin querer arreglar cosas que se escapan de mis manos, sin querer ser quien soy, sin avergonzarme de las lágrimas en mi almohada nunca más.

Tal vez esta era mi oportunidad de volar. Tal vez California eran mis alas, tal vez era mi momento para ser feliz. Pero por otro lado algo me decía que yo no encajaba allí, que el valle del sol no era para alguien con camisetas de Los Ramones, Los Rollings y los Beatles y vaqueros rasgados, pelo alborotado y ojos demasiado rojos por las noches en vela y las tardes intentando gastar todas mis lágrimas en la ducha para que al siguiente día no pudiese salir ni una sola delante de la gente, para que mama no me viese llorar en sus últimos días, para que James dejase de meterse en la primera aula que viese al verme por el pasillo, para que nadie, nadie jamás supiese lo que había dentro de mí. Ya basta, te vas a poner a llorar otra vez. Cállate, Suficiente. Seguro que no está tan mal.
Necesitaba quitarme de encima esa mascara de tía dura y rebelde que James había puesto para cubrir mi rostro a la fuerza, esa no era yo, no me gustaba esa persona... Pero me había acostumbrado tanto a ella...
Me enseñaste a volar y después me dejaste caer pensé con una sonrisa triste. Después sacudí la cabeza y me preparé para mi nuevo presente.
Entré en el inmenso aparcamiento de mi nuevo instituto, y comprobé eso que decía mi hermano de que en los institutos estadounidenses era todo como en las películas. Estaban todos los alumnos exageradamente divididos en grupos por sus gustos y sus nacionalidades. Y como no, entre todos esos grupos hubo uno que a simple vista me llamó muchísimo la atención (no precisamente para bien), un grupo de chicas, todas ellas con ropa de marca, peinados de peluquería, y ridículamente guapas, que sonreía con sonrisas breves y sarcásticas, miraban al resto con desdén y se mantenían en unos tacones sobre los cuales cualquier persona normal tendría serios problemas para andar durante 5 minutos. Las seguían o mas bien rodeaban un grupo de unos cuantos chicos corpulentos con cuerpos esculturales y risas estridentes. Supuse que eran el equipo de fútbol y las animadoras. Según me había informado mi padre la anterior noche mientras repasábamos un poco la historia del instituto para que tuviera alguna idea de donde me metía, el equipo de fútbol llevaba cinco años consecutivos ganando la copa de oro, eso explicaría los aires de prepotencia y grandiosidad que se traían.
La que me esperaba... La gente que se cree superior no me llega a agradar del todo. No soy el tipo de persona que va detrás de ellos intentando meterse en el grupo como la mayoía de los adolescentes, siempre intentando encajar y fracasando, sometiéndose a humillaciones de una monarquía que ni si quiera tenía sangre azúl. No supe si me sería posible aguantar mucho a su alrededor sin meterme en líos. Decidí no pensar sobre ello, y procurar meterme en mis asuntos. No estaba en condiciones de ir de heroína, sería mejor que me limitase a no encontrarmme demasiado con ellos, de todas formas ya tenía suficiente con adaptarme, por todas partes veía grupitos pero no creía que fuera a encajar en ninguno. Aunque a fin de cuentas me daba igual, estaba ahí para escapar, y lo mejor que podía hacer para escapar era no conocer a nadie, no querer a nadie, que nadie me hiciese daño, mantenerme alejada de los chicos y sus retorcidas mentes, sus manipuladores labios y miradas.
Revisé el aparcamiento enorme varias veces, rodeado por un césped con varias mesas medio destrozadas, todas pintadas o con nombres de viejos alumnos, nombres y iniciales entrelazadas, corazones, “forever”s que duraron dos meses, amigas que se apuñalaron en la espalda, caricaturas de profesores y dibujos obscenos de horas aburridas supuestamente dirigidas a un ultimo repaso antes del examen. Comprobé que solo había dos plazas libres, una a cada lado del coche de una de las animadoras. Un BMW descapotable 135i, el mismo que el del padre de James Dios, mío, ¿es que tengo que verlo en todas partes? ¿hasta cuando salgo del país? ¿es esto necesario?, pero este coche era versión Barbie: rosa palo. El hecho de que nadie aparcase cerca de él me daba muy pero que muy mala espina, pero de todas formas mi viejo volkswagen no me importaba mas de la cuenta, y estaba segura de que en caso de que le hiciesen otra marca  rasguño aquella noche no me deprimiría por ello, y además, si me daba un poco de prisa podría salir antes de que ella apareciese y evitar poner mi coche en peligro. No se me ocurrió que tal vez la gente evitase esas plazas por otro motivo, y no por que la conductora pudiese ser algo temeraria. A la vez que me iba metiendo, me fije en que las animadoras me observaban con aprensión. Suspiré. Pues si que empezamos bien. Las ignore y seguí conduciendo, pero el coche se me caló mientras intentaba entrar a la derecha del coche. Mierda, mierda, mierda, mierda, ahora no, mierda, hoy no, hoy no, no hagas que este día sea del todo perfecto...  Oí unas risitas estridentes y resonando entre ellas, una de la que parecía ser la cabecilla del grupo, estaban como a diez metros de mí y al parecer la situación le parecía muy divertida. Arranqué y al fin conseguí aparcar. Cogí mi mochila y salí del coche decidida, mientras me encendía un cigarro. Me aseguré de echarle el humo en la cara a la Barbie alfa cuando pasé a su lado. Se le quitó la risa de golpe. Menos mal que pensaba no meterme en líos, ¿eh?
Me dirigí hacia los bancos y tiré mi mochila a mis pies mientras cruzaba las piernas y me terminaba el cigarro cuando oí la voz infantil, casi nasal de la chica a la que había “humeado”.
Me había seguido. Alguien se estaba buscando un buen guantazo aquella mañana.
- Hey, novata, que sepas que aquí no puedes fumar ¿eh? - Su pelo rubio platino ondeaba al viento, aunque apenas soplaba, y su círculo de perritos falderos la rodeaban.
- Sobre todo te doy la razón en lo de novata, no se te da muy bien conducir por lo que veo... - Le siguió otra de ellas, ésta morena de piel con un pelo larguísimo y perféctamente cuidado. Me daban muchísima rabia, eso de ir creyéndose superiores a los demás y siempre tan perfectas. Todas estallaron en una carcajada. El chiste ni siquiera era bueno. Como se puede ser tan lameculos. No me canse demasiado en responder, las miré como si me suposiese un esfuerzo increíble dirijirles la palabra y les dije con voz monótona.
- Ya, bueno, cuéntaselo a alguien que le interese. Y por cierto, relajaros un poco porque, que sepáis, que hasta esto - les dije enseñándoles lo poco que me quedaba del cigarro- tiene más glamour que vosotras. - terminé, echándole a la primera el cigarro, aún encendido, a los pies. Pegó un brinco y me miro con cara horrorizada, como si le hubiera hecho algo espantoso. Supongo que no estaba acostumbrada a que le contradijeran. Jódete.
Se quedaron todas con la boca abierta, me temí que de ninguna de las maneras se suponían que fuera a hablarles así, pero sinceramente, estaba satisfecha del resultado y me giré directa para entrar en mi nuevo instituto.

De pronto me di cuenta que me había chocado con un chico, para ser exactos, con uno del equipo de fútbol, que venía con otros dos. Me moví a un lado y seguí mi camino, pero reflejado en la puerta de cristal del instituto, vi que se había girado y el chico se me había quedado mirando. Probablemente llevaran tiempo escuchando, y probablemente, al ver que se le acercaba mi nueva amiga, fuesen pareja. Como no, la típica pareja perfecta, capitán y capitana. Oí una voz y me di cuenta que era la de él:
- Eh, morena, para la siguiente fíjate bien por donde vas, ¿eh? - me dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Estúpido... pensé, mientras entraba sin contestarle por la puerta de cristal recién limpiada del instituto.

1 comentario:

  1. Qué bonito! Me gusta porque este verano he estado en California y me hace gracia lo diferente que es a esto

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